ENVEJECIMIENTO Y ENFERMEDAD.
Al
estudio de cómo la fisiología se afecta en ciertas enfermedades o situaciones
extrafisiológicas se denomina fisiopatología. En el proceso del envejecer se
pueden diferenciar cinco elementos causales: la herencia, la configuración
física, la personalidad, la biografía y el entorno. Estos factores son los
mismos que van a influir en la enfermedad.
Los
cambios que se producen en los diversos órganos y sistemas del organismo de la
persona que envejece, pueden, en no pocas ocasiones, confundirse con los
síntomas de una enfermedad y es que la enfermedad en los mayores posee unas
peculiaridades que no permiten resaltar nítidamente sus perfiles. Puede ser
difícil distinguir, en ocasiones, la enfermedad del envejecimiento normal. En
el anciano las enfermedades asientan sobre un organismo envejecido y este envejecimiento
hace que el sujeto sufra una pérdida o menoscabo en la reserva funcional (como
ya se ha dicho). Por tanto, estímulos de baja intensidad pueden causar
enfermedad en el mayor de edad. Esta predisposición se denomina fragilidad, y
es más frecuente conforme avanza la edad.
El
envejecimiento normal es compatible con el estado de salud en la medida que se
acompañe de un buen ajuste social y un juicio personal de bienestar vital. El
envejecimiento patológico es sinónimo de enfermedad, el apellido patológico es
contundente. La salida de los límites de esa normalidad, funcional o
estadística, constituye de por sí una de las propiedades de la enfermedad.
La
enfermedad acontece a cualquier edad, pero en la ancianidad se presenta y
configura su evolución de un modo diferente. Las notas que caracterizan el
envejecer son:
·
Deterioro de los sistemas y las funciones:
originados por el desgaste de los años vividos.
·
Menor adaptabilidad: por disminución de los
mecanismos de reserva de los órganos.
·
Mayor morbilidad: favorecida por la incrementada
vulnerabilidad orgánica y psíquica.
·
Disminución del valimiento personal: causado por
la reducción en la capacidad de ser autónomo.
·
Tendencia al aislamiento: al no disponer de
suficiente recursos psicofísicos para permanecer en la corriente social
dominante.
·
Sensación de acabamiento: sostenido por la menor
vitalidad y disponibilidad personal y la amenaza que representa la última edad.
La
tendencia a enfermar es una de los rasgos característicos del envejecer y viene
condicionada por la vulnerabilidad de la edad avanzada. En la vejez inciden
todas las enfermedades que se ven en el adulto, por lo que no podemos hablar de
“enfermedades de la vejez” sino de “enfermedades en la vejez”. Algunas son muy comunes
y más prevalentes en los ancianos, tales como: artrosis, cardiopatía isquémica,
hipertensión arterial, hernia de hiato, estreñimiento, enfermedad
cerebrovascular, insuficiencia cardiaca, EPOC, diabetes mellitas, neoplasias,
deterioro cognitivo, infecciones, osteoporosis, fracturas de cadera, etc. La
mayor parte de las enfermedades en el anciano responden a los principios de la
patología general y a sus manifestaciones sintomáticas. No obstante, la
disminución de la reserva funcional en órganos y sistemas, sus cambios y la
falta de capacidad de adaptación condicionan que, en muchos casos, la expresión
de los signos y síntomas de la enfermedad en el anciano sea diferente a la del
adulto y joven. Se habla entonces de presentación atípica de la enfermedad en
el anciano, que se caracteriza por:
·
Síntomas inespecíficos
·
Manifestaciones oligosintomáticas o ausencia de las mismas multicausalidad,
el cortejo causal, con un factor principal y varios secundarios, es una
sobresaliente propiedad en el perfil diferencial de la vejez.
·
Pluripatología, ya que son diversos sistemas y funciones los
que participan en la enfermedad. Al igual que en la etiología, se puede
distinguir uno principal y los demás subordinados. Es constante que los
sistemas cognitivos y psíquicos se vean siempre afectadas.
·
Tendencia a la cronicidad, debido a la lentitud en la
reparación de las lesiones y de los trastornos funcionales, que no serán
únicos, sino siempre diversos.
·
Riesgo de
invalidez, efecto de la dificultad de alcanzar el grado óptimo de recuperación
funcional en las últimas fases de la enfermedad, siempre con afectación
múltiple de órganos y sistemas.
·
Prudencia terapéutica basada en la vulnerabilidad de los
ancianos, referida en este caso a la acción de los fármacos y al habitual
empleo de varios de ellos.
El
hecho constitucional del envejecer se sustituye por la historia de enfermedad
del individuo y por el estado de salud o enfermedad previo a la aparición de la
enfermedad. El código genético mantiene una gran relevancia cono factor
etiológico en la enfermedad de la vejez. Lo mismo sucede con el estado
premórbido, la situación en la que se encuentra el anciano antes de presentarse
cualquier proceso, tal y como sucede en los cuadros que han de resolverse mediante
intervenciones quirúrgicas. La historia de sus anteriores enfermedades
permitirá anticipar como se desenvolverá cualquier proceso que emparente con
aquellos. La personalidad y la biografía matizarán la respuesta personal a la
acción patógena. Y por último, el entorno, será otro elemento causal de notable
importancia en el inicio y en la evolución de cualquier proceso patológico.
Considerar la enfermedad como situación es una de las
características de la Geriatría, que posee un gran valor práctico para
programar la intervención terapéutica frente a ella. Esta situación esta
conformada por el individuo enfermo, los factores causales que intervienen en
la enfermedad, la manera como esta se manifiesta, el entorno familiar y físico
en que se desarrolla y los recursos asistenciales de los que puede disponer. La
terapéutica integral que debe adaptarse en cada caso, ha de tener presente
estos elementos para conseguir la eficacia que es precisa. Por eso la praxis
geriátrica se constituye como una tarea integradora según la cual, el enfermo y
su circunstancia exigen una actuación en niveles de atención, pero siempre
globalizadora, combinando los momentos parciales para alcanzar un final
sintetizador.
Según
la evolución, la enfermedad en el anciano, al igual que en otras edades, puede
clasificarse en:
·
Enfermedad aguda, de corta duración, con un
incremento en sus atenciones, y que dará lugar, en ocasiones, el internamiento
hospitalario.
·
Enfermedad crónica, de larga duración, con curso
estable o con frecuentes descompensaciones, y que pone a prueba al medio
asistencial, tanto al enfermo, como a la familia y a los recursos sanitarios.
Algunas de estas enfermedades se convierten en invalidantes, con reducción o
pérdida de las capacidades para la movilización o el cuidado personal. Son
numerosas en esta edad, y precisan de un prolongado esfuerzo asistencial. Una
buena proporción de estos enfermos incapacitados han de ingresar en centros
residenciales para dependientes.
·
Enfermedad terminal, de naturaleza irreversible,
con previsible corto final, aunque a veces prolongado. Son enfermedades que
obligan a planteamientos asistenciales específicos, tanto en los domicilios y
residencias como en las unidades de paliativos.
Las
enfermedades que poseen una más frecuente presentación en los ancianos son las
degenerativas, las tumorales, las infecciosas, las auto inmunitarias, las
disregulativas, las traumáticas y las iatrogénicas.
Las
enfermedades degenerativas tienen por base principalmente la ateroesclerosis y
buena parte de las cardiocirculatorias pertenecen a este grupo. Han cobrado
gran importacia en las últimas décadas las enfermedades degenerativas
cerebrales. De ellas la enfermedad de Alzheimer es la más conocida, aunque hay
que situar entre ellas a la demencia frontal, la demencia por cuerpos de Lewy,
la enfermedad de Parkinson y a los procesos degenerativos multisistémicos
encefálicos.
Las
enfermedades tumorales tienen una elevada incidencia en los ancianos. Los
cambios inmunitarios que se producen en esta edad pueden ser los responsables,
en parte, de la pérdida de efectividad la vigilancia ante células extrañas. La
mayor parte del cáncer y las muertes por éste se dan en personas de más de 65
años. En los ancianos, el cáncer afecta a su expectativa de vida y tiene un
mayor efecto sobre la calidad de la misma. El cáncer es la segunda causa de
muerte tras las enfermedades cardiacas. El cáncer de pulmón y de mama son los
más prevalentes en hombres y mujeres de 60 a 79 años de edad, respectivamente.
A partir de los 80 años, en los varones es el cáncer de próstata el que
predomina frente al de mama en mujeres. Le siguen el de colón en ambos sexos,
en el grupo de los 60 a 79 años, frente al cáncer de pulmón y cólon-recto entre
los hombres
y mujeres de más de 80 años. La
evolución de los tumores en los ancianos suele ser de menor agresividad, con
mayor lentitud en su crecimiento. Es común que se opte por un tratamiento
conservador y paliativo , aunque la decisión se basará en criterios de edad, de
situación previa de salud y según las características de la neoplasia.
LLas infecciones
urinarias, respiratorias y de la piel y tejidos blandos suponen el 80% de las
infecciones en el anciano. Las neumonías son los procesos infecciosos más
graves que presentan los mayores en el área respiratoria. En las personas de alta edad, y con algún
grado de incapacidad, es común que el mecanismo de producción sea la hipostasis
y la aspiración. Le siguen la gripe y las bronquitis. La infección urinaria
(ITU), especialmente la recidivante, aparece muy a menudo en la vejez,
favorecida por el residuo vesical, por las patologías prostáticas o vesicales,
y por las maniobras de sondaje y la permanencia del mismo. Las ITU son las más
frecuentes, con una relación varón/mujer de 1/2 en octogenarios (frente una
relación 1/30 en jóvenes). La bacteriuria asintomática aumenta en octogenarios
(20%), llegando hasta un 40% en los ancianos institucionalizados. Suelen cursar
de forma asintomática, con deterioro funcional o sepsis, en lugar de con los
síntomas clásicos de disuria, escalofríos, fiebre, dolor abdominal o en el
flanco y náuseas. La infección de las úlceras de presión es otro proceso
complicativo común en los ancianos. Esta suele ser causa de procesos sépticos
de evolución subaguda.