VEJEZ

"La edad madura es aquella en la que todavía se es joven, pero con mucho más esfuerzo"
Jean Louis Barrault

martes, 13 de octubre de 2015

ENVEJECIMIENTO Y ENFERMEDAD.

Al estudio de cómo la fisiología se afecta en ciertas enfermedades o situaciones extrafisiológicas se denomina fisiopatología. En el proceso del envejecer se pueden diferenciar cinco elementos causales: la herencia, la configuración física, la personalidad, la biografía y el entorno. Estos factores son los mismos que van a influir en la enfermedad.

Los cambios que se producen en los diversos órganos y sistemas del organismo de la persona que envejece, pueden, en no pocas ocasiones, confundirse con los síntomas de una enfermedad y es que la enfermedad en los mayores posee unas peculiaridades que no permiten resaltar nítidamente sus perfiles. Puede ser difícil distinguir, en ocasiones, la enfermedad del envejecimiento normal. En el anciano las enfermedades asientan sobre un organismo envejecido y este envejecimiento hace que el sujeto sufra una pérdida o menoscabo en la reserva funcional (como ya se ha dicho). Por tanto, estímulos de baja intensidad pueden causar enfermedad en el mayor de edad. Esta predisposición se denomina fragilidad, y es más frecuente conforme avanza la edad.

El envejecimiento normal es compatible con el estado de salud en la medida que se acompañe de un buen ajuste social y un juicio personal de bienestar vital. El envejecimiento patológico es sinónimo de enfermedad, el apellido patológico es contundente. La salida de los límites de esa normalidad, funcional o estadística, constituye de por sí una de las propiedades de la enfermedad.

La enfermedad acontece a cualquier edad, pero en la ancianidad se presenta y configura su evolución de un modo diferente. Las notas que caracterizan el envejecer son:

·         Deterioro de los sistemas y las funciones: originados por el desgaste de los años vividos.
·         Menor adaptabilidad: por disminución de los mecanismos de reserva de los órganos.
·         Mayor morbilidad: favorecida por la incrementada vulnerabilidad orgánica y psíquica.
·         Disminución del valimiento personal: causado por la reducción en la capacidad de ser autónomo.
·         Tendencia al aislamiento: al no disponer de suficiente recursos psicofísicos para permanecer en la corriente social dominante.
·         Sensación de acabamiento: sostenido por la menor vitalidad y disponibilidad personal y la amenaza que representa la última edad.

La tendencia a enfermar es una de los rasgos característicos del envejecer y viene condicionada por la vulnerabilidad de la edad avanzada. En la vejez inciden todas las enfermedades que se ven en el adulto, por lo que no podemos hablar de “enfermedades de la vejez” sino de “enfermedades en la vejez”. Algunas son muy comunes y más prevalentes en los ancianos, tales como: artrosis, cardiopatía isquémica, hipertensión arterial, hernia de hiato, estreñimiento, enfermedad cerebrovascular, insuficiencia cardiaca, EPOC, diabetes mellitas, neoplasias, deterioro cognitivo, infecciones, osteoporosis, fracturas de cadera, etc. La mayor parte de las enfermedades en el anciano responden a los principios de la patología general y a sus manifestaciones sintomáticas. No obstante, la disminución de la reserva funcional en órganos y sistemas, sus cambios y la falta de capacidad de adaptación condicionan que, en muchos casos, la expresión de los signos y síntomas de la enfermedad en el anciano sea diferente a la del adulto y joven. Se habla entonces de presentación atípica de la enfermedad en el anciano, que se caracteriza por:

·         Síntomas inespecíficos
·         Manifestaciones  oligosintomáticas o ausencia de las mismas multicausalidad, el cortejo causal, con un factor principal y varios secundarios, es una sobresaliente propiedad en el perfil diferencial de la vejez.
·         Pluripatología,  ya que son diversos sistemas y funciones los que participan en la enfermedad. Al igual que en la etiología, se puede distinguir uno principal y los demás subordinados. Es constante que los sistemas cognitivos y psíquicos se vean siempre afectadas.
·         Tendencia  a la cronicidad, debido a la lentitud en la reparación de las lesiones y de los trastornos funcionales, que no serán únicos, sino siempre diversos.
·         Riesgo  de invalidez, efecto de la dificultad de alcanzar el grado óptimo de recuperación funcional en las últimas fases de la enfermedad, siempre con afectación múltiple de órganos y sistemas.
·         Prudencia  terapéutica basada en la vulnerabilidad de los ancianos, referida en este caso a la acción de los fármacos y al habitual empleo de varios de ellos.

El hecho constitucional del envejecer se sustituye por la historia de enfermedad del individuo y por el estado de salud o enfermedad previo a la aparición de la enfermedad. El código genético mantiene una gran relevancia cono factor etiológico en la enfermedad de la vejez. Lo mismo sucede con el estado premórbido, la situación en la que se encuentra el anciano antes de presentarse cualquier proceso, tal y como sucede en los cuadros que han de resolverse mediante intervenciones quirúrgicas. La historia de sus anteriores enfermedades permitirá anticipar como se desenvolverá cualquier proceso que emparente con aquellos. La personalidad y la biografía matizarán la respuesta personal a la acción patógena. Y por último, el entorno, será otro elemento causal de notable importancia en el inicio y en la evolución de cualquier proceso patológico.
Considerar la enfermedad como situación es una de las características de la Geriatría, que posee un gran valor práctico para programar la intervención terapéutica frente a ella. Esta situación esta conformada por el individuo enfermo, los factores causales que intervienen en la enfermedad, la manera como esta se manifiesta, el entorno familiar y físico en que se desarrolla y los recursos asistenciales de los que puede disponer. La terapéutica integral que debe adaptarse en cada caso, ha de tener presente estos elementos para conseguir la eficacia que es precisa. Por eso la praxis geriátrica se constituye como una tarea integradora según la cual, el enfermo y su circunstancia exigen una actuación en niveles de atención, pero siempre globalizadora, combinando los momentos parciales para alcanzar un final sintetizador.

Según la evolución, la enfermedad en el anciano, al igual que en otras edades, puede clasificarse en:

·         Enfermedad aguda, de corta duración, con un incremento en sus atenciones, y que dará lugar, en ocasiones, el internamiento hospitalario.
·         Enfermedad crónica, de larga duración, con curso estable o con frecuentes descompensaciones, y que pone a prueba al medio asistencial, tanto al enfermo, como a la familia y a los recursos sanitarios. Algunas de estas enfermedades se convierten en invalidantes, con reducción o pérdida de las capacidades para la movilización o el cuidado personal. Son numerosas en esta edad, y precisan de un prolongado esfuerzo asistencial. Una buena proporción de estos enfermos incapacitados han de ingresar en centros residenciales para dependientes.
·         Enfermedad terminal, de naturaleza irreversible, con previsible corto final, aunque a veces prolongado. Son enfermedades que obligan a planteamientos asistenciales específicos, tanto en los domicilios y residencias como en las unidades de paliativos.

Las enfermedades que poseen una más frecuente presentación en los ancianos son las degenerativas, las tumorales, las infecciosas, las auto inmunitarias, las disregulativas, las traumáticas y las iatrogénicas.

Las enfermedades degenerativas tienen por base principalmente la ateroesclerosis y buena parte de las cardiocirculatorias pertenecen a este grupo. Han cobrado gran importacia en las últimas décadas las enfermedades degenerativas cerebrales. De ellas la enfermedad de Alzheimer es la más conocida, aunque hay que situar entre ellas a la demencia frontal, la demencia por cuerpos de Lewy, la enfermedad de Parkinson y a los procesos degenerativos multisistémicos encefálicos.

Las enfermedades tumorales tienen una elevada incidencia en los ancianos. Los cambios inmunitarios que se producen en esta edad pueden ser los responsables, en parte, de la pérdida de efectividad la vigilancia ante células extrañas. La mayor parte del cáncer y las muertes por éste se dan en personas de más de 65 años. En los ancianos, el cáncer afecta a su expectativa de vida y tiene un mayor efecto sobre la calidad de la misma. El cáncer es la segunda causa de muerte tras las enfermedades cardiacas. El cáncer de pulmón y de mama son los más prevalentes en hombres y mujeres de 60 a 79 años de edad, respectivamente. A partir de los 80 años, en los varones es el cáncer de próstata el que predomina frente al de mama en mujeres. Le siguen el de colón en ambos sexos, en el grupo de los 60 a 79 años, frente al cáncer de pulmón y cólon-recto entre los hombres
y mujeres de más de 80 años. La evolución de los tumores en los ancianos suele ser de menor agresividad, con mayor lentitud en su crecimiento. Es común que se opte por un tratamiento conservador y paliativo , aunque la decisión se basará en criterios de edad, de situación previa de salud y según las características de la neoplasia.

LLas infecciones urinarias, respiratorias y de la piel y tejidos blandos suponen el 80% de las infecciones en el anciano. Las neumonías son los procesos infecciosos más graves que presentan los mayores en el área respiratoria.  En las personas de alta edad, y con algún grado de incapacidad, es común que el mecanismo de producción sea la hipostasis y la aspiración. Le siguen la gripe y las bronquitis. La infección urinaria (ITU), especialmente la recidivante, aparece muy a menudo en la vejez, favorecida por el residuo vesical, por las patologías prostáticas o vesicales, y por las maniobras de sondaje y la permanencia del mismo. Las ITU son las más frecuentes, con una relación varón/mujer de 1/2 en octogenarios (frente una relación 1/30 en jóvenes). La bacteriuria asintomática aumenta en octogenarios (20%), llegando hasta un 40% en los ancianos institucionalizados. Suelen cursar de forma asintomática, con deterioro funcional o sepsis, en lugar de con los síntomas clásicos de disuria, escalofríos, fiebre, dolor abdominal o en el flanco y náuseas. La infección de las úlceras de presión es otro proceso complicativo común en los ancianos. Esta suele ser causa de procesos sépticos de evolución subaguda.

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